martes, 2 de abril de 2019

México

Hace una semana tuve la inmensa fortuna de hacer un viaje a Cancún (México) con unas amigas. El viaje era de puro ocio y descanso así que no iba yo con mis sentidos "extrasensioriales" muy activados o muy pendiente de ellos.
Visitamos playas maravillosas, de arena blanca y aguas de un azul transparente que te dejaba sin aliento. Visitamos Tulum, una ciudad maya que parece ser la única encontrada que se ubica al borde del mar. Los guías nos explicaron construcciones sorprendentes que los mayas habían hecho sin tecnología pero que asombraban por lo adelantado de intención y funcionamiento.
Todo me resultó fascinante. Tan salvaje, verde y piedra que estaba encantada.
Iba con un poco de "miedito" por si en la ciudad maya me daba por sentir cosas y eso pudiera hacer que me sintiera indispuesta o algo así. Pero no, todo transcurrió con normalidad así que me relajé.
Nuestra última visita fue a un Cenote..
Para los que no sepan lo que es un cenote, como me ocurría a mí, os explicaré qué es según la definición que he encontrado en internet:

Pozo o estanque natural de agua dulce abastecido por un río subterráneo que se forma en numerosos lugares de la península de Yucatán por la erosión de los suelos, y al que los mayas dieron un uso sagrado.

Yo nunca había oído hablar de los cenotes así que atendí con mucho interés a las explicaciones de Pablo, nuestro guía. Nos dijo que visitaríamos el cenote Tankach-ha, y que nos iba a encantar porque era un cenote donde sus aguas te hacían rejuvenecer. Al decir esto, podéis imaginar los comentarios y risitas de los que íbamos en la furgoneta de camino a aquella experiencia.
Nos contó que algunos cenotes están al aire libre pero el que íbamos a visitar estaba bajo tierra. Que casi todos los cenotes encontrados se comunican entre ellos a través de una red de aguas dulces subterráneas y que todos son de un agua transparente maravillosa que incluso permite hacer submarinismo o snorkle para ver las profundidades (algunos de muchos metros de profundidad).


Cuando llegamos, nos hicieron ducharnos para quitarnos cualquier resto de crema o aceite y poder mantener así las aguas lo más limpias posibles. Así lo hicimos, cogimos nuestras toallas y bajamos por las escaleras que véis en la foto hasta llegar a la plataforma desde la que te podías tirar al agua.

Y así hicimos, llegamos a la orilla y las cuatro, sin pensarlo nos zambullimos en el agua.
Ay queridos, y ahí empezó mi problema... Según entré en el agua y esos segundos hasta que saqué la cabeza, parecieron horas. De pronto empecé a sentir mucha angustia y miedo, la boca de mi estómago estaba encogida como nunca lo había sentido y en mi cabeza no paraba de repetirse "SAL DE AQUÍ, SAL DE AQUÍ, SAL DE AQUÍIIIIII!!!".
No podía entender muy bien qué me pasaba y en cuanto saqué la cabeza del agua, una de mis amigas me digo "jolín, qué chulada. Y pensar que aquí sacrificaban mujeres...".
Casi me da algo porque en ese rato bajo el agua se había conformado una masa delante de mí, arriba y a la izquierda, que podía sentir como una masa femenina que llamaba mi atención.
Con toda la prisa que pude conseguí salir del agua y empecé a caminar, dando vueltas entre la gente que había por allí hasta que decidí coger mi toalla y volver a la superficie a buscar a uno de los guías de la excursión para que me explicara exactamente qué hacían allí los mayas, porque sí tenía claro que había conectado con algo relacionado con las cosas que allí tuvieron lugar.
Subiendo las escaleras encontré a Fabián, el conductor de la furgoneta que nos llevó y que también era guía.
Al verme la cara me dijo "¿Yaaaa? ¿Qué pasó?". Y le pedí que por favor, me contara qué era lo que se hacía en aquel cenote en la época maya. Él me miró con una cara extraña y su respuesta fue: "Pues en este cenote se sacrificaban a las mujeres más jóvenes y bellas del poblado. Se las arreglaba y acicalaba como si fuesen a una fiesta  y eran lanzadas a las aguas del cenote hasta que se ahogaban y su muerte era una ofrenda a los dioses para que fuesen bendecidos con buenas cosechas y esas cosas. Por eso este cenote se dice que te hace rejuvenecer. Ellos querían que los dioses estuvieran contentos".

En fin, no hace falta que diga más. Entendí perfectamente qué era lo que había sentido así que pensé que si había sentido a todas esas mujeres y sus miedos igual debía escucharlas para liberar algo de su angustia o qué se yo. El caso es que dije, bueno Rosa, pues vuelve abajo e intenta escucharlas a ver qué quieren.

Volví a la plataforma y conseguí encontrar un sitio al lado de una roca que se alargaba hasta lo profundo del cenote. Allí me senté y metí tímidamente los pies en el agua. Puse mi mano derecha en la roca que tenía al lado e intenté sentir lo que quisiera manifestarse en ese momento y lugar.

Aquella masa femenina seguía ahí pero no conseguí sentir nada en particular respecto a ella. Lo que sí empecé a notar fue que a mi derecha hacia la parte inferior se empezaba a manifestar la Tierra. Y de pronto me vi con dos masas, dos conciencias bien distintas, aquella masa femenina de sufrimiento y dolor y a la Tierra tan serena y llena de paz. Y lo que sí sucedió fue que me convertí en testigo de lo que la Tierra le dijo a todas aquellas mujeres (?): "Yo nunca quise vuestra sangre. Vuestras vidas se perdieron en vano porque si sois mis hijas, ¿cómo voy a querer yo que se me honre con vuestra sangre? ¿Qué madre quiere la sangre de sus hijos? Vuestro pueblo se equivocó en eso, adoraron dioses creyendo que con la sangre de los mejores, de los más aptos, de los más bellos, de los más jóvenes encontraríais el bendiciones para vuestro pueblo, pero los sacrificios de sangre nunca son para nada bueno. Ahora ya lo sabéis. Yo nunca quise vuestro miedo, angustia y por supuesto nunca quise vuestra vida. Así no debía ser".

Sentí que aquella masa femenina se disolvía hasta que de pronto dejé de sentir ambas conciencias y supuse que mi labor allí (fuese la que fuese) había concluido.

Han pasado casi dos semanas desde aquello y aún me sorprende lo que viví porque jamás hubiera pensado que el agua fuese tan fuerte transmisor de algo como lo que sentí. Nunca había sentido nada de semejante magnitud.
Me siento enormemente agradecida por habérseme permitido ser testigo de aquel encuentro entre conciencias tan acestrales. Y por supuesto esto me ha enseñado que parte de lo que me toca tiene que ver con sentir la materia, a la Tierra y también a los muertos (porque como una gran amiga chamana me dijo "Sentir a los muertos viene en el pack de sentir a la Tierra, así que es lo que te toca" ;) ).
Y me toca, sí. Me toca.




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