miércoles, 18 de marzo de 2020

El virus de la Tormenta

Siempre he sentido fascinación por las tormentas.
Desde pequeña recuerdo que cuando había tormenta algo dentro de mí se alegraba profundamente.
Recuerdo las sensaciones corporales.
Me encantaba mojarme con aquellas gotas gordas que empezaban a caer.
El olor de la tierra seca que de pronto se mojaba. El olor que quedaba después.
El color del cielo tras su paso.
Lo limpiaba todo aunque lo que pareciera era que se avecinaba el fin del mundo.





Y sólo puedo decir que mi cuerpo se siente igual ahora.
Como si estuviera en mitad de una tormenta.
A resguardo porque cuando se desata puede ser peligrosa.
Pero ten cuidado.
No te resguardes bajo un árbol que te puede alcanzar un rayo.
No abras las ventanas que los aparatos eléctricos pueden atraer la electricidad que descargan las tormentas.

Luego hay quien siente miedo.
Algunos se meten bajo las sábanas y sólo salen cuando todo ha pasado.
Y lo hacen despacito, como si no se fiasen del propio cielo.

Las tormentas pasan pero siempre dejan consecuencias:

Árboles rotos o deformados
Mobiliario arrastrado por el viento y mojado por el agua
Objetos que no va a quedar más remedio que tirar
Reflexiones sobre la cantidad de cosas que la tormenta arrasó y que no dejas de preguntarte si era necesario tenerlas ahí.
El aire limpio
Una sensación de nuevo comienzo...

Las tormentas hacen ruido,
mueven cosas bruscamente,
te obligan a resguardarte
pero siempre hay un después.

Después de cada tormenta
siempre hay una nueva esperanza.



martes, 17 de marzo de 2020

El Antipadre

Hoy he soñado... con el Antipadre?
Llegaba a casa de mi madre (que no era la actual, de hecho la cocina era como si estuviera en espejo respecto a la de mis padres en cuanto a orientación, y el mobiliario, todo era distinto). Llegaba porque iba a buscar unos tomates que tenía allí para mí. Eran tomates de huerta, parecidos a los de la foto (pero más cantidad, irregulares uno respecto a a otros y de un rojo mucho más intenso que los que he puesto).
Llegaba a la casa y yo sabía que mi madre estaba allí pero no la veía. Entraba tranquila directa a la cocina a por mis tomates.
En una ensaladera plana estaban. Tan rojos, tan bonitos, tan suculentos  . El caso es que tengo la imagen en mi retina de todos esos tomates y como iba eligiendo mentalmente cuáles me iba a llevar. Había uno en particular especialmente grande, rojo y carnoso que ya estaba imaginando cuánto me iba a gustar (en el trasfondo de mi mente esos tomates estaban asociados a la Tierra como proveedora, a todo aquello que la Tierra nos da de forma espontánea para nuestro bien, a la Tierra como Madre nutricia).



El tema es que cuando me disponía a coger unos cuantos tomates para llevármelos, apareció por la puerta de la cocina a mi izquierda un nombre. Yo no me extrañaba de su presencia. Era la pareja de mi madre (no mi padre real).
Era un hombre de mediana edad, delgado, tipo Señor Burns de los Simpson, o tipo Golum pero en hombre normal. Con la tez clara como de persona débil o de mala salud. Iba vestido con una túnica blanca vieja, descolorida, medio roída y casi amarillenta. El hombre daba un poco entre grima y asquito.
Pese a su aspecto, el hombre llegaba porque quería vigilar qué tomates me estaba llevando. No paraba de intentar controlar mis elecciones, incluso cogía algunos de mis tomates y los devolvía a la ensaladera. Y yo pensaba "ya me está tocando los cojones este hombre como siempre, grrr".
En mi afán rebelde, cogía el tomate más grande y gordo y lo partía para comérmelo. Se veía el agua del tomate en los surcos y yo lo cogía para beberlo, ja! "No voy a dejar de nutrirme porque tu me lo digas".
Él intentaba impedirlo, me cogía de la mano incluso, y yo me zafaba. No me salía de las narices que ese hombre dirigiese nada de mi vida. Ni siquiera en algo tan simple como elegir unos tomates que me había traído mi madre. Era una lucha y yo no pensaba amedrentarme. "No me das miedo por muy chulo y borde que te pongas. Soy más fuerte que tu en todos los sentidos.".
Dentro de mí existía el interrogante de no entender cómo mi madre podía estar con alguien así. Misterios de la vida, estaba claro.
Me he despertado en esa lucha psicológica y un poco física con la sensación de que no iba a poder conmigo. Que su poder es mucho pero que si tienes la convicción suficiente, no sientes miedo y puedes defenderte sin problema.
El caso que he sentido el control, el afán de tenerlo sometido todo a su vigilancia y su poder a pesar de su aspecto frágil y enclenque. Un "padre" que no da, que no proporciona, que no da seguridad, que sólo quiere el control de todo y el poder que eso conlleva (seguramente para suplir la carencia de fortaleza real, representada en su aspecto físico tan deficiente).
Tengo muchas interpretaciones que darle, pero aún no se cuál es la más acertada porque creo que es algo que voy a ver más adelante.
Me quedo con ese "ser" que quiere controlarlo todo pero que en realidad es flojo, débil y al que no hay que tener miedo porque si realmente te nutres de las cosas que la Madre te da te haces fuerte y puedes con él.
Que vivan los frutos de la Tierra y la Fuerza que nos proporcionan para poder con todo lo que quiera venir.